Inicio

Especialidades

Anatomia Patológica 

Anestesiologia 

Cardiologia 

Cirugia Cabeza y Cuello

Cirugia General

Cirugia Pediatrica

Cirugia Plástica

Cirugia de Torax

Cuidados Intensivos

Dermatologia

Emergencias

Endocrinologia

Epidemiologia

Farmacia

Garantia y Calidad

Gastroenterologia

Geriatria

Ginecoobstetricia

Hematologia

Hemodialisis

Infectologia

Inmunologia y alergias

Lab. Madre Niño

Medicina Física

Medicina Interna

Medicina Transfuncional

Nefrologia

Neonatologia

Neumología

Neurocirugía

Neurología

Oftalmología

Oncología

Oncología Ginecológica

Oncología Pediátrica

Oncología Quirúrgica

Ortopedía

Otorrinolaringología

Patología Clínica

Pediatría

Pediatría Neonatología

Psiquiatría

Radiodiagnóstico

Radioterapía

Rehabilitación

Reumatología

Salud Mental

Sonografía

Tomografía

Traumatología

UCI

Urología

 

Registro de Usuarios

Instituciones

Estudiantes Visitantes

 

Quién está en línea

Actualmente hay 0 usuarios y 3 invitados en línea.

Actividades y Eventos

Los médicos próceres de la independencia del Perú - Dr. Oscar Pamo Reyna

Oscar G. Pamo Reyna1
1 Profesor Principal de la Universidad Peruana Cayetano Heredia. Académico de número, Academia Nacional de Medicina.
 


RESUMEN
Durante fines del siglo XVIII y primeras décadas del siglo XIX, los médicos peruanos estuvieron comprometidos con las ideas libertarias. Este compromiso supuso un importante alejamiento de las nuevas corrientes científicas médicas que se desarrollaban en Europa bajo la Ilustración. En 1821, por la activa participación de los médicos en la lucha por la independencia del país, a la antigua escuela médica regia sanfernandina se le cambió el nombre por Colegio de la Independencia.
Palabras clave: médicos, independencia, Perú.
 


ABSTRACT
During the end of the 18th century and first decades of the 19th century, the Peruvian medical doctors were involved with the libertarian ideas. This involvement supposed an important shifting away from the new medical scientific tendencies that were developing in Europe under the Age of Enlightenment. In 1821, because of the active participation of the medical doctors in the fighting for the independence of the country, the old royal San Fernando school of medicine was renamed as Colegio de la Independencia.
Keywords: physicians, independence, Peru.
 


INTRODUCCIÓN
Debo cumplir con el encargo de rendir homenaje a los médicos que participaron en la gesta emancipadora de nuestro país. En una primera parte voy a referirme a la situación en que se encontraba la medicina europea hacia fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX y, luego, a la contribución de los médicos en el proceso de la independencia del país.
Es bueno que periódicamente se revise nuestro pasado. Las apreciaciones cambian con el tiempo a la luz de nuevas evidencias o de, simplemente, una manera diferente de ver las cosas. Para hacer la historia de un hecho es necesario estudiar todo el contexto en el cual se desarrolló dicho suceso. Esto es lo que voy a pretender a continuación
El 27 de agosto de 1821, a propuesta de don Hipólito Unanue, recién nombrado Ministro de Hacienda del Gobierno del Protector don José de San Martín, y por oficio transmitido por el Ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores Juan García del Río, el Real Colegio de Medicina y Cirugía de San Fernando pasó a llamarse Colegio de la Independencia como homenaje a los profesores y alumnos por su activa participación en la gesta de la Independencia. La interrogante que surge inmediatamente es ¿Qué tenía que ver la medicina con la independencia del país?.
A fines del siglo XVIII, la medicina nacional, entendiéndola por la formación de médicos y por los servicios de atención de salud que se brindaba, se encontraba en una situación calamitosa. La medicina que España trajo a sus colonias fue una medicina medieval que, cuando se estableció en el siglo XVI, no llegó con las nuevas ideas surgidas en ese momento en los demás países europeos. Ese atraso se mantendría en los siglos siguientes.
Dado que se desconocía el origen de las enfermedades, la medicina que se ejercía era curativa o pretendía serlo. En todo caso, se cumplía la máxima hipocrática de que ?la Naturaleza es la que cura espontáneamente y el médico debe ayudar a que ella cure?. Esto era tan cierto y tan válido como el ayudar a ?la buena muerte? desde que se impuso el Cristianismo en el mundo occidental y que desarrollaron los monjes en el Medioevo.
LA MEDICINA EUROPEA ENTRE LOS SIGLOS XVIII Y XIX
En Europa, en el siglo XVIII, el Siglo de las Luces, se impuso lo que se ha denominado la Ilustración. Este fue un movimiento humanista que consideraba a la razón como la facultad esencial del hombre, que ella debía ser la medida de su accionar y de su manera de vivir, que el conocimiento y el dominio de la naturaleza eran las tareas fundamentales del hombre; y, que por la razón se lograría una sociedad digna y feliz.1 Este era el punto de vista de la filosofía racionalista.
Por otro lado, el empirismo, desarrollado por Locke, Berkeley y Hume, propugnaba que no había otro conocimiento del mundo que no sea el derivado de la experiencia y que la mente operaba sobre los elementos captados por los sentidos; y, se propició un método del conocimiento propio de las ciencias naturales: observación, inducción y análisis de los hechos, yendo del hecho al principio, no a la inversa, con una alta valoración por la ciencia aplicada antes que pura.
La Ilustración abarcó todos los aspectos del quehacer humano, con grandes proyectos para el desarrollo del individuo y de la sociedad. Como todo humanismo, fue un movimiento elitista. En Francia se desarrolló el enciclopedismo, en Inglaterra nacieron los clubes y sociedades científicas. Pero, se trataba de una revolución desde arriba, una revolución cultural adoptada y realizada por las monarquías. A esto se denominó el despotismo ilustrado, cuya política era resumida con la máxima ?De todo para el pueblo, pero sin el pueblo?. La idea era simple: beneficiar al pueblo para obtener mayores réditos de él.
Consecuencia de la filosofía empirista fue el individualismo: todo ha de hacerlo la libre acción del individuo- que llevaría al liberalismo. De allí surgiría la organización supraindividual, en particular el Estado de Derecho, sostenida según el principio del contrato social por el libre acuerdo entre los individuos en estado natural. Esta concepción condujo a la tolerancia religiosa, a la liberación campesina, a la difusión de la cultura hacia el pueblo y a tomar conciencia de los derechos humanos. La clase culta pasó a ser laica, particularmente en Francia, donde la Ilustración fue desarrollada por la burguesía que, al encontrarse con el absolutismo de la monarquía, devino en la Revolución Francesa. En Hispanoamérica, la Ilustración sería el germen de las luchas por la independencia al igual que lo fue para la independencia de los Estados Unidos de Norteamérica.
En la segunda mitad del siglo XVIII empiezan a destacar las universidades del norte europeo. En medicina ocurren grandes cambios. Ante los iatroquímicos y los iatrofísicos se generó una contracorriente que fue el vitalismo de Stahl y que derivó en el animismo de Barthez. El mecanicismo newtoniano que explicó la naturaleza con leyes simples entró en pugna con la biología organicista que era cambiante, inestable y variable2.
Por primera vez se habló de la medicina social y pasó a primer plano la idea de la prevención de las enfermedades aunque se desconocían sus causas. El médico escocés James Lind descubrió la acción preventiva y curativa del jugo de lima en el escorbuto de los marineros pero la recomendación tardó algunas décadas en ser aceptada. El clima, como causante de males, tan importante en la medicina hipocrática, pasó a segundo plano frente a las malas condiciones sociales. Era la época en que empezaba la revolución industrial. Se mejoraron las condiciones higiénicas de las cárceles, de los hospitales y se canalizaron las aguas. Johann Peter Frank publicó su obra de seis volúmenes, Sistema de una política médica global, dedicada a la salud pública. Se fundaron las instituciones para la enseñanza de la obstetricia y se crearon los hospitales pediátricos en Francia e Inglaterra.
El paternalismo industrial impulsó la incorporación de dispositivos asistenciales y médicos en los nuevos espacios productivos, orientados a la recuperación de la fuerza de trabajo y como una estrategia más para disciplinar la mano de obra, y que se consolidará con los nuevos planteamientos de política social, en la medida que fue interviniendo el Estado3.
El progreso más importante en salud pública fue la introducción en Europa, a fines del siglo XVIII, de una vacuna efectiva contra la viruela. Desde siglos atrás, en India y China empleaban la variolación que consistía en soplar dentro de las fosas nasales costras pulverizadas de lesiones de viruela en remisión que producían una enfermedad benigna con la consiguiente protección. El riesgo de provocar una viruela en toda su magnitud era muy alto. El Occidente había sabido de este método a comienzos del siglo XVIII por Lady Montagu quien lo llevó de Constantinopla a Inglaterra.
Edward Jenner, que era un médico práctico rural, descubrió un método seguro atendiendo a lo que decía el saber popular y comprobó que las mujeres que ordeñaban las vacas con vaccinia, una enfermedad vesico-pustulosa benigna en las ubres, se infectaban en las manos y no contraían la viruela. Jenner publicó su trabajo en 1798 sobre este procedimiento que denominó vacunación. La efectividad del método, sin ninguna base teórica, fue reconocida de inmediato en toda Europa sin dejar de acallar a los detractores.
Durante la Ilustración, las alteraciones mentales pasaron a ser enfermedades y los enfermos mentales recién fueron considerados como pacientes. Philippe Pinel, en plena Revolución Francesa, lideró la liberación de las cadenas, propiciando que el insano salga de las mazmorras y que no se le someta a tratos inhumanos para?entrarlo en razón?. Renació el interés por la ética médica con Thomas Percival y su Código de Ética, en 1803, fue un modelo para las siguientes generaciones.
Lavossier descubrió el oxígeno y explicó el fenómeno de la respiración, desdibujando la teoría del flogisto; y, con Laplace sentó las bases de la calorimetría. La teoría de la generación espontánea, superada ya en los macroorganismos, se trasladó a los microorganismos descubiertos por Leeuwenhoek. Spallanzani demostró que no era válida en el micromundo pero los defensores de la teoría adujeron que al hervirse un líquido no sólo se destruían los microorganismos sino también el espíritu vital. El asunto sería dirimido por Pasteur a mediados del siglo XIX.
Haller postuló su teoría sobre las propiedades fisiológicas específicas de la fibra muscular -irritabilidad y contractilidad- y, de la fibra nerviosa -sensibilidad y conducción de impulsos. Galvani descubrió que la electricidad excitaba a los nervios motores propiciando el estudio de las propiedades de los nervios.
El clínico más prominente de esta época fue el holandés Herman Boerhaave, profesor en Leyden por más de tres décadas. Su escuela fue famosa y su tratado Institutiones medicae fue muy empleado en Europa. Su discípulo predilecto, van Swieten que no pudo sucederle, por ser católico, se fue a Viena donde transformó la escuela de medicina según el modelo de Leyden. Auenbrugger, discípulo de van Swieten, introdujo el método de la percusión para examinar el tórax en 1760, después de siete años de emplear la autopsia como control. Hoy se sabe que van Swieten ya percutía el abdomen con ascitis. La percusión sería redescubierta por Corvisart, a principios del siglo XIX, quien reconoció su importancia y los créditos del autor.
Giovanni Battista Morgagni, el último de los grandes profesores de Padua, con su obra que publicó a los 80 años, sentó las bases de la anatomía patológica y cimentó el método anatomo-clínico que aún hoy constituye uno de los fundamentos de la medicina moderna.
William Withering introdujo el uso de la digital en Europa y Carl von Linné, médico y naturalista, creó el sistema binominal, por género y especie, de la nomenclatura científica. Los médicos trataron infructuosamente de clasificar a las enfermedades.
En Francia se nivelaron de categoría los médicos clínicos y los cirujanos. En Inglaterra, los barberos fueron separados de los cirujanos en 1745 y a fines del siglo se le otorgó privilegios al Real Colegio de Cirujanos. Igual sucedió en España, Francia y Prusia. Esta formación escolarizada de los cirujanos contribuyó a cimentar la mentalidad anatomo-clínica.4
A pesar de que los cirujanos siguieron impotentes frente al dolor y la infección, la cirugía hizo progresos técnicos gracias al mayor conocimiento de la anatomía. Pierre Dessault, en Francia, fundó la anatomía topográfica; y, John Hunter, en Inglaterra, creó las bases de la patología quirúrgica. Otros célebres cirujanos de la época fueron: el francés Jean Petit; el inglés Percival Pott, famoso por sus estudios sobre la tuberculosis vertebral; y, el italiano Antonio Scarpa.
En Edimburgo, la cátedra de anatomía fue ocupada por más de un siglo por los Alexander Monro I, II y III. El segundo de ellos dio su nombre a los forámenes interventriculares del cerebro. En la Universidad de Berlín se sucedieron los Meckel por tres generaciones; el último, Johann Friedrich Meckel, fue famoso en la anatomía comparada. En Boloña enseñó Antonio Valsalva y en Pavía lo hizo Antonio Scarpa, discípulo de Morgagni. En Alemania destacaron Johann Gottfried Zinn en la anatomía ocular y Samuel Thomas von Sömmering en neuroanatomía. En Francia, el morfólogo Xavier Bichat desarrolló la histología general y llegó a postular que la enfermedad se manifestaba con lesiones en los tejidos.
Otro gran morfólogo de la época e iniciador de la anatomía comparada fue Felix Vicq d?Azyr. En la embriología, Caspar Wolff dio un nuevo apoyo a la teoría de la epigénesis con sus investigaciones en plantas y animales.
En el siglo XVIII creció el uso del hospital para la enseñanza de la medicina junto con el aumento del prestigio del médico que dedicaba parte de su tiempo a la práctica hospitalaria y a la actividad privada. Al ?nuevo? hospital docente, antecesor del actual hospital universitario, acudían los alumnos para aprender las habilidades clínicas -la confección y el comentario de las historias clínicas y las técnicas para el diagnóstico- y las terapias. La rápida aceptación, en los inicios del siglo XIX, del estetoscopio de Laënnec ayudó mucho en el examen de los pacientes en los hospitales de París.
Se enseñaba medicina donde se atendía a los enfermos agudos y crónicos, a los heridos de guerra y sus secuelas (en los hospitales militares) y los partos (en el inicio de la moderna obstetricia). Se procedía a la visita médica con los profesores, se asistía a la discusión de las historias clínicas, a los cursos teóricos y a las autopsias para comprobar el sustrato de los síntomas y signos de la enfermedad, tal como lo enseñaron Cullen en Edimburgo y Morgagni en Padua. Pierre Louis, trabajando en el hospital parisino de La Charité, introdujo el método numérico y con ello las estadísticas médicas.
Las nuevas técnicas diagnósticas fueron dotando a la medicina de rigor convirtiéndola en una disciplina cada vez menos subjetiva. El afán fue comprobar los ?hechos? con la ayuda de las cada vez más novedosas ciencias básicas, especialmente la física, la química y la biología. Fue así como la mentalidad anatomo-clínica se impuso en las facultades de medicina europeas.
La medicina hipocrática-galénica, basada en los humores, era remecida frecuentemente ya no por el vitalismosino por nuevas teorías como la irritabilidad (Glisson, von Haller), el solidismo (Cullen), el brownismo (Brown, Rush) y el mesmerismo (Mesmer), entre las principales; y, en 1807, Hahnemann estableció las bases de la homeopatía5,6. Con la excepción de esta última, aún vigente como medicina alternativa, las demás tuvieron una existencia efímera pues no sobrevivieron a sus creadores.
Los nuevos conocimientos de las otras disciplinas le dieron un nuevo cariz a la medicina. Los médicos trataron de quitarse el mote de ?matasanos? que muy bien se habían ganado con sus purgas y sangrías, y contrarrestar el escarnio que hizo de ellos Moliere con sus comedias en el siglo anterior.
Cuando suceden todos estos hechos mencionados sumariamente, España y esta parte del continente estuvieron al margen ya que se encontraban enfrascados en una lucha, por mantener el yugo la primera y por liberarse de él la segunda.
Hacia fines del siglo XVII, en España se desarrolló un atisbo de modernidad cuando los médicos rechazaron, bajo influencia inglesa, el dogmatismo y la medicina galénica proponiendo a la experiencia y la razón como fuentes del conocimiento. Fue el llamado movimiento novator7.
Con el ascenso de los Borbones a principios del siglo XVIII, España estableció un gradual proceso de modernización para acortar el atraso en que se hallaba ante los otros países europeos y fue así que se incorporó a la Ilustración europea. Dentro de las intenciones de prosperidad del despotismo ilustrado español se encontraba el impulso de las artes manuales, serviles u oficios mecánicos; es decir, aquellas excluidas de las siete artes nobles o liberales: el trivium (gramática, retórica y dialéctica) y el quadrivium (aritmética, geometría, astronomía y música). Esta actitud social comenzó a cambiar a raíz de la publicación de la Enciclopedia francesa, 1751-1772, que trataba en igualdad de condiciones a las ciencias, las artes y los oficios.
Uno de los recursos más utilizados por la Ilustración hispana para la formación de sus propios científicos consistió en la contratación de artífices y científicos extranjeros que desarrollaron importantes actividades en la minería, agricultura, metalurgia, náutica, armería, etc. Otro recurso fue enviar a jóvenes becados, estudiosos y científicos, a otros países europeos, para que aprendan las nuevas tecnologías y que, realmente, fue lo que ahora conocemos como espionaje industrial, y regresen a España a aplicar lo aprendido u observado. 8
También España propició las expediciones científicas a sus colonias, realizadas por ellos y por las otras potencias extranjeras. En estos últimos casos, se aseguraba de enviar científicos españoles para que realizaran sus pesquisas y a la vez obtener información de los planos de los barcos, armamentos, máquinas, construcciones, etc. Cabe destacar la expedición geodésica de La Condamine, donde participaron Antonio de Ulloa y Jorge Juan; las expediciones de límites de 1750, por las que España y Portugal revisaron el Tratado de Tordesillas y se repartieron nuevamente la América del sur con el Tratado de Madrid; las expediciones buscando el paso por Norteamérica al Asia o por Centroamérica al Atlántico; la expedición de Malaspina al Perú, entre 1789 y 1894, la más grande expedición científica realizada por España; las expediciones botánicas al Perú, Nueva Granada (hoy Colombia) y Nueva España (hoy México), buscando quinas ya que en Europa estaba de moda el vino quinado empleado para casi todos los males; y, la expedición filantrópica de la vacuna.9 Pero, la iniciativa mostrada por la Corona Española fomentando las expediciones científicas se desdibujó cuando, posteriormente, no se publicaron los resultados de dichas expediciones.10
La Ilustración española llegó a su auge en el gobierno de Carlos III (1759-1788) y de todas las medidas adoptadas por su gobierno para su difusión fueron las de mayor relevancia la reforma de las universidades, la creación de Academias y Sociedades de Amigos del País y el inicio de la prensa periódica.11 Las sociedades fomentaron la educación primaria y profesional y el Gobierno, tras la expulsión de los jesuitas mediante la Pragmática de marzo de 1767, comenzó a reformar y modernizar la enseñanza universitaria.
En esta parte del continente, hacia mediados del siglo XVIII, aumentó la oposición a la escolástica, sobre todo por la difusión de las ideas enciclopedistas y las ideas de la ilustración que contribuirían a los movimientos independentistas y a la caída del sistema colonial.12
Ni bien Jenner dio a conocer su método vacunal, la Corona Española fue una de las primeras en adoptarla considerando las epidemias de viruela que causaban una elevada morbilidad y mortalidad en sus colonias. El médico militar alicantino Francesc Xavier Balmis y el médico catalán Josep Salvany se embarcaron hacia América con el suero de la vacuna y 21 niños del orfanato de La Coruña. Durante la travesía se les inoculaba cada semana a dos de ellos, tal que desarrollaban pústulas de las que se extraía el líquido para inocular a los de la semana siguiente y así mantener la vacuna. También trajeron impresos de divulgación sobre la enfermedad y la vacuna para repartir donde arribaban.
Al llegar a América, Salvany salió de La Guaira (Venezuela) y avanzó hacia Cartagena, Santa Fe de Bogotá, Popayán y Guayaquil. Sus ayudantes Grajales y Bolaños salieron para Tumbes y continuaron viaje hacia Chile. Salvany con Rafael Lozano y varios niños siguieron por los caminos andinos hasta Quito, luego Loja y llegaron a Piura el 23 de diciembre de 1805. Tras superar su enfermedad y evitar los tumultos en el poblado de Chocope, pues los indígenas habían sido inducidos a rechazar la vacunación, alcanzaron Trujillo y luego Lambayeque, donde les robaron las cabalgaduras y las provisiones.
El 23 de mayo de 1806 entraron en Lima, donde encontraron que el doctor Pedro Belomo, cirujano naval español, había comenzado ya la vacunación en la ciudad con linfa vacunal traída de Buenos Aires pocos meses antes.
Después de informar al Rey, el 1 de octubre de 1806, que había vacunado a 22 726 personas en Lima y de recibir de la Real Universidad de San Marcos los grados y títulos de bachiller, licenciado y doctor en medicina, Salvany salió el 28 de enero de 1807 con dos niños hacia el interior, hasta llegar a La Paz vacunando a miles de personas y recibiendo el agradecimiento de los pueblos donde vacunaba. 13 El 21 de julio de 1810, Salvany murió en Cochabamba a los 33 años de edad, víctima de la tuberculosis cuyos síntomas, en especial la hemoptisis, arrastró durante su largo viaje aplicando la vacuna.
LA MEDICINA PERUANA ANTES Y DURANTE EL PROCESO DE LA INDEPENDENCIA
La medicina nacional estuvo al margen de todos estos hechos. Por un lado, no le llegaba la información sobre las nuevas corrientes europeas; y, por otro, se vivía un ambiente político, social y económico muy inestable debido a los reiterados movimientos insurgentes que de una u otra manera querían liberarse del yugo español, desde José Gabriel Condorcanqui que se levantó en 1780 y que fue seguido por Zela, Crespo y Castillo, Pallardelle, Pumacahua y los Angulo, entre otros.
La enseñanza médica que se venía haciendo, cuando había alumnos y clases, consistía en el aprendizaje memorístico de los escritos de Hipócrates, Galeno y Avicena. El que lograba graduarse en la facultad de medicina se convertía en un doctor, supuestamente culto y casi siempre de muy buena posición económica y social. La parte práctica, y menos favorecida, de la medicina la ejercían los cirujanos. Estos eran cirujanos latinos si sabían latín tal que podían asistir a las clases de la facultad; cirujanos romancistas si no sabían latín y se encontraban en una escala inferior que los anteriores; y, los flebótomos o sangradores que solo realizaban las sangrías ordenadas por los médicos. Para ser doctor había que tener la ?limpieza de sangre?, esto es acreditar que por ambas ramas paternas corría sólo sangre peninsular y no había trazas de judío, moro, indio o negro.
Así, es fácil entender la escasez de servicios médicos a lo largo y ancho del vasto territorio colonial. Gran parte de los servicios de atención médica estaban en manos de empíricos, de los mulatos que habían aprendido algo de cirugía, de los curanderos aborígenes que empleaban sus hierbas medicinales, de las parteras o comadronas y, cuando no, de los charlatanes.14-16
El conocimiento se encontraba en manos de los pudientes. El tráfico de libros de la metrópoli hacia Lima fue fluido y cuantioso no obstante la vigilancia del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición. Fueron famosas las colecciones privadas de los doctos y comerciantes así como las monacales pero con nulo acceso de la gente común.17
Con este panorama, don Hipólito Unanue (1755-1833) consideró que la educación médica debía mejorar con la enseñanza de anatomía, que se venía haciendo desde 1711, con un anfiteatro anatómico. Esto lo consiguió en 1792 luego de largas gestiones ante el virrey Gil de Taboada y Lemos.
Unanue y los demás integrantes de la Sociedad Amantes del País fueron los animadores del Mercurio Peruano(1791-1795), publicación periódica que versó sobre geografía, historia, economía, ciencia, etc. del vasto territorio que se tenía y que ayudaría a crear la conciencia del Perú como nación.
Más tarde, en 1808, Unanue convenció al virrey Fernando de Abascal para construir un nuevo colegio único de médicos y cirujanos siguiendo los usos europeos; y, ambos dedicaron esfuerzos para conseguir las subvenciones e iniciar la construcción del colegio. La Junta Superior de Medicina y Cirugía de Cádiz aprobó el 9 de agosto de 1811 el pedido de formar el colegio.
Las clases no fueron interrumpidas durante la construcción del nuevo colegio. España se encontraba con problemas en la sucesión real y la invasión napoleónica. En 1811 se logró que funcionara el Colegio de Medicina y Cirugía de San Fernando, llamado así en honor del Rey de España, don Fernando VII. No fue fácil conseguir las rentas y hubo oposición de la Universidad de San Marcos que veía recortada sus atribuciones. Posteriormente, el 9 de mayo de 1815, el colegio adquirió, por Real Cédula, el carácter de Real Colegio.
En 1808, en el marco del gobierno ilustrado de Abascal, también se terminó de construir el Cementerio General de Lima con estilo neoclásico bajo la concepción del arquitecto, pintor y escultor español presbítero Matías Maestro, quien también había realizado los planos del colegio médico. La construcción de un cementerio fuera de la ciudad respondía a la necesidad de higiene pública e implicaba romper con la arraigada tradición de los entierros en las iglesias.18
La vida de Unanue estuvo íntimamente relacionada a la medicina hasta 1813 en que a la edad de 58 años viajó a España. Cuando retornó en 1816 ya era otro hombre, era acaudalado -había conseguido ser declarado albacea del patrimonio de la familia Landaburu-, y se dedicó a administrar su hacienda, Arona, en Cañete y de allí en adelante su accionar sería político. Se retiró de la actividad pública pero, a solicitud del virrey Joaquín de la Pezuela, acudió como secretario de la delegación que en Miraflores se entrevistó con los emisarios de José de San Martín.
Proclamada la independencia, Unanue ocupó el Ministerio de Hacienda y le cupo la ardua tarea de ordenar la administración de la nueva república cuyo estado económico era precario por los acontecimientos ocurridos. Después, fue elegido diputado por Puno y presidió el Congreso Constituyente (del 20-12-1822 al 20-11-1823). Cuando Lima fue ocupada por los realistas, siguió al presidente Riva Agüero hasta Trujillo y, aunque allí se le designó para integrar el Senado; se abstuvo y regresó a Lima. Ido San Martín y con Bolívar en el gobierno, colaboró con este en calidad de ministro, primero en el Ministerio de Hacienda y después en los Ministerios de Gobierno y de Relaciones Exteriores, llegando a ser vicepresidente del Consejo de Gobierno encargado del mando durante la ausencia del Libertador (10 de abril de 1825 al 5 de enero de 1826).
Aparte de la descollante participación de Unanue en la era pre-republicana inmediata, otros médicos peruanos también tuvieron una ingerencia importante en el proceso de la emancipación. Ella está registrada por los siguientes hechos19:
- Según el historiador Benjamín Vicuña Mackenna, los profesores del colegio sanfernadino que conspiraban contra el gobierno virreinal eran Hipólito Unanue, José Gregorio Paredes, José Pezet y el cirujano latino y profesor de cirugía Gabino Chacaltana.
- En 1822, el doctor Miguel Tafur leyó una memoria ante la Sociedad Patriótica explicando las razones del retardo del advenimiento de la independencia del país y en ella hizo mención a que en el colegio sanfernandino se llegó a dar asilo clandestino a los patriotas perseguidos por las autoridades virreinales, y que se había facilitado sus embarques, mencionándose varios nombres, entre ellos a un mexicano de apellido Ayala.
- En 1812 apareció en Lima el periódico El Verdadero Peruano cuyo editor fue el presbítero Tomás Flores y el encargado de las suscripciones fue el doctor José Pezet. Y, entre los colaboradores activos estuvieron los médicos Unanue, Devoti, Pezet y Valdés. Este periódico desapareció antes del año por presión de las autoridades virreinales.
- En 1813 apareció el periódico El Peruano Liberal cuyo director fue el doctor Pezet. Esta publicación no duró ni dos meses.
- El cirujano y médico romano Félix Devoti fue colaborador y gran animador de diversos periódicos donde trasuntaba el espíritu emancipador de la época.
- El doctor José Manuel Valdés, contertulio de los conspiradores, publicó algunos opúsculos médicos y, en especial, una memoria sobre la epidemia que padeció el Ejército Libertador en Huaura.
En marzo de 1820, los realistas descubrieron un complot organizado por varios patriotas, dirigidos por José de la Riva Agüero, y que debía atacar cuando Cochrane apareciera por segunda vez en el Callao. Una veintena de patriotas capturados, entre ellos los médicos Pezet y Devoti, fueron llevados por las calles de Lima engrilletados hasta las cárceles de la Inquisición. Fueron liberados después de casi tres meses de prisión.
- Cuando San Martín desembarcó en Pisco, el virrey Pezuela buscó negociar una paz y envió una comisión al pueblo de Miraflores. Ella estuvo integrada por el Conde de Villar de Fuente coronel José Gonzales y Fuente, el teniente de navío Dionisio Capaz y don Hipólito Unanue como secretario. Estas negociaciones no prosperaron y días más tarde, el 7 de octubre de 1820, se publicó una nota en la Gaceta de Lima donde se atacaba fuertemente a los patriotas y lo firmó el teniente Capaz colocando las firmas de Unanue y del conde Villar de Fuente. Unanue protestó por haberse empleado su nombre de manera inconsulta y con un volante desdijo lo publicado. Este hecho fue muy comentado y las tropas libertadoras lo consideraron como un duro golpe contra el gobierno virreinal.
- Con San Martín ya en Lima, el 15 de julio de 1821, en el Ayuntamiento de la capital se realizó la declaración y firma del Acta de la Independencia, la que fue firmada por los médicos Hipólito Unanue, Miguel Tafur, José Pezet, José Manuel Dávalos, José Vergara y José Eugenio Eizaguirre.
- El 29 de julio, el Tribunal del Protomedicato, presidido por el Dr. Miguel Tafur, suscribió el Acta de la Independencia.
- Al día siguiente, los maestros y alumnos del colegio sanfernandino juramentaron la Independencia.
Los cirujanos y farmacéuticos también tuvieron una activa participación. Así:
- El cirujano Benito del Barco, residente en el Callao, fue hecho prisionero por haber participado en el movimiento insurgente de Lima en 1818.
- Francisco Santiago Mascote, profesor sanfernandino en 1821, sería jefe del hospital de sangre en el combate de Junín.
- Nicolás Alcázar, joven cirujano que fue detenido por participar en la conspiración de 1818 y fue ejecutado en la plaza mayor de Lima.
- José Santos Montero, ?el doctor santitos?, cirujano de los hospitales de San Bartolomé y San Andrés, del Escuadrón de Caballería Cívica de pardos y cirujano mayor durante los sitios del Callao.
- Los cirujanos Laurencio Béjar y Juan Eucejo sirvieron en el ejército de Pumacahua.
- El cirujano Tadeo Marchani acompañó a José Angulo en la frustrada revuelta de Huamanga.
- José Isidoro Alcedo, farmacéutico y cirujano romancista que participó en los sitios del Callao.
- Los farmacéuticos José Manuel Saldarriaga, Manuel Palacios y Mariano Egoaguirre se alistaron en las filas del ejército de San Martín cuando este desembarcó en Paracas. El farmacéutico Luis Montes auxilió con dinero y medicamentos a la tropa de Arenales. El protofarmacéutico Agustín Cruzate, activo conspirador, también ayudó con dinero y medicamentos al Ejército Libertador y asistió a los heridos en los sitios del Callao. Guillermo Geraldino, notable farmacéutico y conspirador, que había sido detenido en 1814 por el Tribunal de la Inquisición, proveyó de botiquines donde la quinina era probablemente el medicamento más eficaz- para auxiliar a los soldados durante la epidemia de tercianas y diarreas que se desató entre la tropa libertadora de San Martín, en Huaura, durante el verano de 1821.
Los estudiantes de medicina también estuvieron identificados con las ideas libertarias y siguieron a sus maestros. De ellos, quizás hay que recordar a Santiago Távara Andrade, quien siendo estudiante, en 1819, fue apresado por el gobierno de Pezuela pero fue liberado después gracias a las gestiones de su maestro Unanue. Távara no llegó a graduarse de médico pues se dedicó a la política y el comercio.
Los periódicos donde participaron los médicos tuvieron el auspicio del gobierno virreinal que se perdió cuando se dio cabida a las ideas libertarias. A juzgar por los hechos, las relaciones entre los médicos conspiradores y la autoridad virreinal fueron buenas o no fueron del todo malas. Trasunta un doble juego o un doble discurso muchas veces entre los médicos protagonistas de los sucesos.
Los médicos, como miembros de la elite colonial o aspirante a ella, ansiosos de los beneficios del régimen, tuvieron un tono moderado ante las críticas a su trato con los indios o al sistema monopólico hispánico, y más bien propugnaban mejoras en el gobierno, igualdad con los criollos y mayor autonomía para el Perú. Eran reformistas moderados y constitucionalistas antes que separatistas o revolucionarios20.
Por todas las razones mencionadas, el cambio de nombre del colegio sanfernandino por el de Colegio de la Independencia, por decreto del 27 de agosto de 1821, estuvo apropiado aunque lo que se heredó fueron problemas económicos, académicos y administrativos.
Luego de la Declaración de la Independencia del país, San Martín fue magnánimo en reconocer la labor desempeñada por los médicos activistas. El doctor Hipólito Unanue recibió la Orden del Sol en el grado de Benemérito y los doctores José Pezet y José Manuel Valdés en el grado de Asociado. Además, Unanue fue nombrado ministro de Hacienda y Valdés fue designado Médico de Cámara del Gobierno. Cuando San Martín fundó la Sociedad Patriótica en Lima el 10 de enero de 1822, incorporó a Unanue como vicepresidente y como miembros a Tafur, Paredes, Devoti y Valdés. El Municipio de Lima nombró a Tafur y Pezet miembros de la Junta Conservadora de la Libertad de Imprenta.
Mucho se ha escrito sobre la filiación masónica de los precursores y próceres de la independencia americana. El historiador y masón Germán Leguía y Martínez mencionó, entre los centros de reunión masónicos a la llegada de San Martín, a los llamados ?fernandinos? que se reunían en el local del Colegio y fueron los profesores Hipólito Unánue, José Pezet, Gavino Chacaltana, Nicolás Alcázar, José Manuel Valdés y José Gregorio Paredes.21
Cuando se instaló el Primer Congreso Constituyente, el 20 de septiembre de 1822, ante el cual San Martín dejó el gobierno, entre los representantes estuvieron ocho médicos: Hipólito Unanue, diputado por Puno; José Gregorio Paredes; diputado por Lima; Miguel Tafur y José Pezet, diputados por Cusco; Laureano Lara, Juan Cevallos, Juan Gastañeta y Esteban Navía Moscoso, diputados suplentes por Cusco. De allí en adelante los médicos han participado activamente en la política y en las representaciones congresales de la República.
Como podemos apreciar, los profesores de la escuela médica estuvieron inmersos en los problemas que el movimiento independentista generó en la región. Poco o nada podía hacerse por una docencia adecuada, una práctica eficiente y una salud pública cubierta. La docencia siguió siendo exigua y atrasada no obstante la pretendida reforma de Unanue. Una prueba de esto es que, en 1823, Cayetano Heredia -a la postre reformador de la escuela médica- tuvo que dar su examen de grado recitando de memoria y en latín el aforismo 31, sección tercera, de los Aforismi de Hipócrates, en relación a los padecimientos de la senectud, y discutirlo con sus examinadores.22
La reforma que Unanue pretendió realizar en 1808 con el Quadro sinóptico, que era un plan de estudio al estilo de la Escuela de Leyden ya se encontraba con un retraso de por lo menos 50 años y no pudo aplicarse o sostenerse porque no se contaba con los profesores idóneos para las materias consignadas. Las referencias bibliográficas que Unanue citó en su obra El Clima de Lima eran atrasadas en varias décadas.
La creación de instituciones propugnadas por la Ilustración española se llevó a cabo aunque con cierto retraso. Así:
- La Sociedad Vascongada de Amigos del País se formó en 1765; aquí, la Sociedad Académica Amantes del País se formó en 1790.
- El Jardín Botánico de Madrid fue creado en 1781; aquí, el Jardín Botánico de Lima se creó en 1808.
- El Real Observatorio Astronómico y Meteorológico se estableció en 1790; aquí no llegó a cristalizarse el proyecto de 1793 al arribo de la expedición de Malaspina.
- La Real Academia de Ciencias se creó en 1792; aquí no se formó.
- El Anfiteatro Anatómico en el Hospital Real de Cádiz fue creado en 1728; aquí, el Anfiteatro Anatómico entró en funciones en 1792.
- El Cementerio de Madrid fue creado en 1804; aquí, el Cementerio General de Lima empezó en 1808.
- Los Reales Colegios de Cirugía de Cádiz (1748), de Barcelona (1764), y de San Carlos de Madrid (1787) fueron formados mucho antes que el Colegio de Medicina y Cirugía de San Fernando (1811).
Por esto podemos afirmar que la Ilustración llegó tarde e incompleta a esta parte del continente. No tuvimos la suerte de México donde se dio con mayor intensidad. La guerra de la Independencia y el período de anarquía y caudillismo que se estableció en las décadas siguientes cortaron el avance de la Ilustración.
La situación en América fue muy compleja ya que, por un lado, los proyectos científicos más importantes partieron de la iniciativa oficial y dependieron de las autoridades virreinales. La autoridad virreinal fue muy permisiva con la intelectualidad local. Abascal cuando llegó al Perú en 1806 continuó con el proceso de acercamiento entre el gobierno virreinal y las elites limeñas, sinuosas e intrigantes, que buscaban promover sus propios intereses. La mayoría de los peruanos ilustrados creyeron que una conciencia americana o de ?peruanidad? era compatible con la supervivencia de la monarquía borbónica. Sólo querían la reforma política; es decir, la igualdad entre peninsulares y criollos y una mayor participación en los cabildos23.
Por otro lado, es cierto que los ilustrados criollos desarrollaron propuestas que sentaron las bases de una ciencia independiente al servicio de las nuevas naciones americanas. Una parte de esta incipiente ciencia colonial fue producto de la labor de sabios españoles instalados en América: Fausto Delhuyar, de Andrés Manuel del Río o de Miguel Constansó en México, así como el de José Celestino Mutis y Juan José Delhuyar en Nueva Granada o el del solitario Félix de Azara en el Río de la Plata. También fueron varios los científicos criollos que desarrollaron una parte de sus actividades en la metrópoli: el peruano Francisco Dávila (primer director del Gabinete de Historia Natural), el neogranadino Francisco Antonio Zea (nombrado director del Jardín Botánico de Madrid) o el mexicano José Mariano Mociño, uno de los directores de la Expedición Botánica de Nueva España, y el peruano José Eusebio Llano y Zapata. A ellos hay que agregar los criollos que desarrollaron una incipiente ciencia por estas tierras: el neogranadino Francisco José de Caldas, los mexicanos José Antonio Alzate y José Ignacio Bartolache, el quiteño Eugenio Espejo y el peruano Hipólito Unanue24.
La vida de Unanue, simplificada en un período fidelistareformista (1791-1814), período de desencanto (1814- 1820) y período independentista (1821-1833), refleja lo que vivieron muchos criollos intelectuales de la época25. La figura de Unanue fue percibida por los médicos de las generaciones posteriores como el paradigma del profesional exitoso llegando a ser ?heroificado?- que modernizó la enseñanza de la medicina y su ejercicio práctico; y, también, como un alto funcionario con acceso a la toma de decisiones en las altas esferas del poder, frente a los virreyes y los primeros gobernadores republicanos. Es decir, fue alguien que combinó de manera armoniosa su quehacer profesional con la capacidad de tener efecto directo en las decisiones de Estado26.
Venida la calma, a mediados del siglo XIX, Cayetano Heredia trataría de ponerse al día con la Ilustración: envió discípulos a Europa y contrató profesores extranjeros -que llegaron a constituir el 20% del profesorado- al fundar en 1856 la nueva escuela médica, la Facultad de Medicina de Lima, sobre lo que quedaba del Colegio de la Independencia. Mientras, en Europa se hablaba del ?Positivismo?; y, cuando quisimos incorporarnos en esta nueva concepción filosófica vino la guerra con Chile que cortó esta etapa del modernismo. Por esto, podemos afirmar que la Ilustración llegó tarde, y, después, el ?Positivismo? también nos llegaría retrasado.
Las interpretaciones de los orígenes de la independencia peruana por lo general se agrupan dentro de tres posiciones. La postura tradicional o patriótica, que nos enseñaron, y según la cual la Independencia del Perú fue un levantamiento popular y nacionalista de ?todas las razas? liderados por ?heroicos? líderes criollos en contra de la tiranía española. La revolución nacionalista y populista de Velasco de 1968, daría lugar a una concepción nacionalista pero de los indígenas, reivindicando la gesta de José Gabriel Condorcanqui, Túpac Amaru II. A comienzos de la década de 1970, tanto la versión ?criolla? como la ?indígena? del nacionalismo fueron cuestionadas por una posición revisionista de historiadores que sostuvieron que el nacionalismo no existió en el Perú en 1820 ya que los criollos no estuvieron convencidos de la necesidad de la independencia pues sus intereses económicos y financieros estaban íntimamente ligados al antiguo régimen27.
Volviendo a nuestros médicos próceres de la Independencia del país, debo decir que no debió ser fácil vivir en esa época, que muchas veces para salvaguardar a los suyos y sus intereses tuvieron que adoptar posiciones ambiguas, que algunos tuvieron mayor desprendimiento que otros o que algunos cuidaron más sus intereses personales. El pensamiento médico ilustrado de la época no pudo ser independentista sino fue todo lo contrario, fue conservador28. Pero, todos ellos al final estuvieron de acuerdo en que había que formar una nueva patria, una patria que hemos heredado con un pasado histórico muy rico pero con grandes problemas que aún ahora tratamos de recomponer.
Que sea esta la ocasión para rendirles un merecido homenaje a los médicos que tuvieron una activa participación en la lucha por la independencia del país.
COROLARIO
La medicina de esta parte del continente estuvo al margen de las principales corrientes y descubrimientos de la medicina europea durante la segunda mitad del siglo XVIII y las primeras décadas del siglo XIX. Ello se explica porque los principales médicos locales formaron parte de numerosas intentonas y movimientos independentistas, con sus ideas y con su accionar. Pero, también los médicos locales, como parte de la elite colonial, tuvieron que moverse entre sus intereses personales y la corriente libertadora que se había iniciado en América del Sur. Al final, todos apoyaron la formación de una nación libre del yugo español.
A partir de 1821, después de la Declaración de la Independencia, los médicos nacionales participarían en lo sucesivo en las instancias políticas y de gobierno en el país. La Ilustración no sólo llegó retrasada sino que fue abortada en el país por la lucha por la Independencia y las posteriores guerras civiles.
ANTECEDENTE
Conferencia presentada por el AN DR. Oscar G. Pamo Reyna en la Sesión Solemne en Homenaje al 188° Aniversario de la Independencia, en el Auditorio Pedro Weiss del Colegio Médico del Perú, el 17 de julio del 2008.
 
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
1. González Fernández, C. Begoña. La Ilustración. En: De la ciencia triunfante a la pérdida de la certidumbre (1700-1900). Actas Año III. Santa Cruz de Tenerife: I.B. Tomás Iriarte; 1996: 9-43.
2. González, C. Begoña. Organicismo y mecanicismo en la Ilustración. En: Aspectos de la ciencia contemporánea. Seminario Orotava de la Historia de la Ciencia Año V. Santa Cruz de Tenerife; 1996: 343-376.
3. Menéndez, A. y Rodríguez A. Salud, trabajo y medicina en la España ilustrada. Arch Prev Riesgos Labor 2005; 8 (1): 4-13.
4. Sánchez González, Miguel Ángel. Historia, teoría y métodos de la medicina: Introducción al pensamiento médico. Elsevier- Masson; 2008: 275-277.
5. Babini, José. Historia de la Medicina. Barcelona: Editorial Gedisa; 2000: 95-112.
6. Pérez Tamayo, Ruy. La medicina en la Edad Barroca (siglos XVII a XIX). En: De la magia primitiva a la medicina moderna. México D.F.: Fondo de Cultura Económica; 2000: 111-165.
7. Cobo Gómez, Jesús V. La práctica médico-quirúrgica en la primera generación del movimiento novator a través de las obras de Juan Bautista Juanini (Milán, 1632 Madrid, 1691): imagen historiográfica, saberes médicos y prácticas quirúrgicas. URL disponible en:http://www.recercat.net/bitstream/2072/5189/1/Treball_Cobo_RECERCAT.pdf (Fecha de acceso 20-06-08).
8. Zulueta Pérez, Patricia. La mirada a Europa de los científicos españoles de la Ilustración. URL disponible en:http://www.ingegraf.es/XVIII/PDF/Comunicacion17020.pdf
9. Borredá González, Vicente. Grandes expediciones científicas españolas. En Aula Abierta. Andorra: Impremta Les Valls; 2005: 108-133.
10. De Solano, Francisco. Los resultados científicos de la Real Expedición Hispanofrancesa al Virreinato del Perú, 1749-1783. HMex 1996; XLVI (4): 723-743.
11. Peset, José Luis. Academias y ciencias en la Europa Ilustrada. Península. Rev de Estudos Ibéricos 2003: 391-400.
12. Rivara de Tuesta, María Luisa. La filosofía colonial en el Perú, El transplante y recepción de la filosofía en Iberoamérica. En: Pensamiento prehispánico y filosofía colonial en el Perú. Lima: Fondo de Cultura Económica; 2000. URL disponible en: http://www.pucp.edu.pe/ira/filosofia-peru/pdf/arti_filo_peru/mluisarivara_filocolo.pdf
13. Rabí Chara, Miguel. Bicentenario de la Expedición Filantrópica de la Vacuna (1803-5-2003-5). Serie Historia de la Medicina, tomo VII. Lima: Imprenta del Ministerio de Salud; 2005.
14. Zárate Cárdenas, Eduardo. La construcción del poder médico en el siglo XIX. Situa 2002; 11 (21): 7-13.
15. Salaverry, Oswaldo. El inicio de la educación médica moderna en el Perú. La creación de la Facultad de Medicina de San Fernando. Acta Med Per 2006; 23(2): 122-131.
16. Bustíos Romaní, Carlos. Notas sobre la historia de la educación médica en el Perú. Primera parte: 1568-1933. Acta Méd Per 2003; 20 (2): 94-108.
17. Lohmann Villena, Guillermo. Libros, libreros y bibliotecas en la época virreinal. Fénix, Rev de la Biblioteca Nacional 2000: 21: 1-8.
18. Kusunoki Rodríguez, Ricardo. Matías Maestro, José del Pozo y el arte en Lima a inicios del siglo XIX. Fronteras de la
24. Martínez Shaw, Carlos. La ciencia colonial. URL disponible en:http://www.artehistoria.jcyl.es/histesp/contextos/6828.htm (Fecha de acceso: 24-05-08).
25 Rey de Castro Arena, Alejandro. Los ideólogos del siglo XVIII. En: El pensamiento político y la formación de la nacionalidad peruana, 1780-1820. Lima: Fondo Editorial de la Facultad de Ciencias Sociales, Unidad de Postgrado, UNMSM; 2008: 71-106.
26. Casalino Sen, Carlota. Hipólito Unanue y la construcción del héroe. Análisis de la relación entre el Estado-nación y la sociedad peruana en su esfera cultural. An Fac Med Lima (Universidad Nacional Mayor de San Marcos) 2005; 66(4): 314-327.
27. Paredes M, Jorge G. ¿La independencia peruana, un don foráneo? URL disponible en:http://www.edhistorica.com/pdfs/INDEPENDEN_PERUANA.pdf
28. Salaverry García. Oswaldo. El pensamiento médico peruano en el tránsito entre la Colonia y la República. An Acad Nac Med (Lima) 2004: 90-98.
 
CORRESPONDENCIA
Oscar G. Pamo Reyna 
oscarpamo@terra.com.pe

 




 

INSTITUCIONES IMPORTANTES

HISTORIA DE LA MEDICINA PERUANA